Bien, ¿por dónde empezar? Padres o futuros padres, si pensaban que ser madre era solo pañales, mundo rosita y caritas lindas, permítanme arruinarles el sueño. Hoy voy a hablar de algo que probablemente no se menciona en los anuncios de artículos para bebes o en los blogs de “cómo ser la mamá perfecta”. Voy a hablar de la depresión postparto, esa presencia incómoda que aparece sin invitación, te roba el brillo de ojos y tu salud mental y te deja preguntándote si de verdad eres capaz de manejar todo el caos de la vida con un bebé.
La primera vez que escuché sobre la depresión postparto, fue cuando la tuve, ni siquiera creí que eso existía. Yo quería ser una supermamá. Y la realidad fue ¡No era feliz!” Y, claro, después descubrí que ¡sorpresa! La vida no es tan padre con las mamás que se creen superhéroes.
Entonces, aquí estoy, lista para contarles cómo me enfrenté a mi versión de la depresión postparto, ese fabuloso estado mental en el que te preguntas si alguna vez volverás a ser una persona funcional, o si el único propósito en la vida es aguantar y no llorar por cosas que no tienen sentido. (Porque, la realidad, habemos personas que lloramos por cosas que no tienen sentido, pero eso no lo sabías hasta que te pasó).
¡No Estaba “Triste”! Estaba “Cansada… y Asustada”
Lo primero que aprendí es que la depresión postparto no es solo estar triste. No, no, papis. No es como cuando te sientes triste por terminar una relación o una persona muy cercana falleció. No. La depresión postparto es estar tan agotada, tan desbordada, que no sabes si te duele el corazón o si te va a estallar la cabeza. Y sí, todas esas historias cursis sobre la maternidad que nos dicen que debemos ser “madres felices” y “disfrutar cada momento”… bueno, esas son puras mentiras. Es como una especie de conspiración contra las mamás que no tienen la energía para sonreír mientras le das un biberón a tu bebito a las 3 a. m.
La primera vez que me di cuenta de que algo no estaba bien fue cuando no podía dormir durante días porque tuve miedo que mi bebe se ahogara o ya no despertara. ¿Días? Sí, y en vez de disfrutar de esas “maravillosas primeras noches” con mi nena, estaba allí, en mi cama, Ansiosa como si el mundo se fuera a acabar. Solo quería tirarme por el retrete y que todo acabara. Y cada día empeoraba mi sentir, pensaba: “¿Qué rayos está pasando conmigo? ¿No debería ser feliz? Tengo un bebé perfecto… ¿Por qué no soy feliz?”
Pues resulta que no era solo el cansancio. No. Era la depresión postparto, esa bonita condición que te hace sentir que, en lugar de estar celebrando la vida, lo que realmente estás haciendo es preguntarte si eres una persona horrible por no disfrutar de tu bebé como las madres de los anuncios. Spoiler: No eres horrible, pero te lo haces creer todo el tiempo.
La Carga de la Culpa: “¿Por Qué No Soy Feliz?”
Voy a hablar de algo que la gente no menciona mucho: la culpa. ¡Ay, la culpa! Te dicen que ser madre es lo mejor del mundo, pero nadie te dice que la maternidad viene con una dosis de culpa. Así que, imagínate el panorama: no solo tienes que lidiar con la idea de que no estás siendo la madre ideal (porque claro, esa madre ideal no existe), sino que además tu bebe tiene reflujo y cada que lo acuestas vomita y tú crees que es porque tu leche no sirve! (pero bueno eso lo cuento en otra historia) te sientes culpable por no sentirte como las madres perfectas que ves en Instagram, mientras sostienes a tu bebé que no para de llorar por hambre o por tener cólicas. ¡Ah, y por supuesto, no olvidemos el postparto! ¡Eso sí que es una maravilla! Es como si tu cuerpo estuviera gritando: “¡Gracias por destruirme! Y ahora tienes que mantener la calma como si no pasara nada”
Y en medio de todo esto, pensaba: “¿Cómo puede ser que esta vida perfecta que me vendieron no se sienta tan perfecta?” (Ah, pero claro, no te cuentan todo el drama interno que viene con ese “momento perfecto”).
“El Toque Divertido: ¿Quién Está Realmente Bien en Su Maternidad?”
La cruda realidad. Honestamente, yo me sentía como la única mujer en el mundo que estaba pasando por esto Y luego, en una conversación con una doctora me dijo “tienes depresión postparto”Ay, por favor, yo también pasé por eso. Y no le dije a nadie hasta que ya estaba más o menos bien, porque ¿quién va a admitir que no disfruta ser madre las 24 horas del día?”
¡Vaya, las malditas apariencias! ¿Por qué nadie nos cuenta la verdad? ¿Por qué todo tiene que ser tan bonito cuando, en realidad, nadie está bien todo el tiempo? Sí, la maternidad es preciosa, pero también es un desmadre emocional que te tira al piso sin previo aviso. Y lo que más me sorprendió fue darme cuenta de que, ¡espera!, no soy la única madre llorona, que no duerme y no tiene ni la más remota idea de qué es ser madre.
La Recuperación: O lo que Me Dicen que Es “Recuperarse”
Entonces, ¿cómo salí de todo esto? Pues, sinceramente, no fue un proceso tan mágico como lo pintan en las películas. No me levanté una mañana y dije: “¡Wow, ya soy feliz de nuevo!” No, no, no. Fue un montón de pasos pequeños, y algunos de ellos fueron superincómodos. Empecé por admitir que no estaba bien. Y después de eso, pedí ayuda. Porque, sorpresa, no tienes que hacer todo sola (y, si eres como yo, tienes que aprender a pedir ayuda, porque la perfección no existe, y está bien).
También, encontré momentos para respirar. Aunque no eran largos, eran momentos. Un café a solas. Un baño sin que alguien toque la puerta. Esos pequeños momentos en los que te dices: “Ok, aún soy humana y merezco respirar”. Y, por supuesto, hablé con mi terapeuta, quien me dijo cosas como “es completamente normal sentir lo que sientes” (lo cual es mucho más útil de lo que parece, porque cuando estás en el hoyo, cualquier cosa que te diga que no estás loca es un alivio).
En resumen
Una situación que no pedí, pero que, al final, me enseñó mucho sobre la vida, la maternidad y, sobre todo, que no tengo que ser perfecta para ser suficiente.