Mi ansiedad. Ese delicioso compañero de vida que te abraza más fuerte que tu abuela en Navidad, pero sin la calidez ni el cariño. No, la ansiedad no es como un buen café mañanero que te despierta; es más bien como esa amiga que te envía un audio que parece potcast a las 2 a.m. para contarte su día, mientras tú intentas dormir como si tu vida dependiera de eso.
Este amor tóxico no tiene horarios. No importa si tienes un millón de cosas que hacer, la ansiedad se presenta sin previo aviso, como si fuera una tía que llega a tu casa con una bolsa de plástico llena de chismes y un montón de consejos que nadie pidió. Y no, no se va. ¿Cómo podría? Es la reina del drama, la diva que siempre exige el centro de atención, sin importar cuánto te esfuerces por ignorarla. Es como un ex que sigue enviando mensajes, pero con menos “te extraño” y más “¿por qué no puedes respirar tranquilamente?”
Lo peor es que, al principio, cuando todo comenzó, no sabías que estabas entrando en una relación con alguien tan controladora. “Un poquito de ansiedad no hace daño”, te decían. Claro, ¿quién iba a imaginar que esa “amistad” casual se iba a convertir en una relación tan tóxica? Primero, fueron unos nervios antes de la junta de trabajo, después una preocupación aquí y allá. Hasta el grado de incapacitarte y dejar de cumplir tus obligaciones.
He intentado romper con ella muchas veces. Yoga, meditación, tés relajantes, pastillas… pero la ansiedad es persistente, como un spam emocional que no tiene botón de cancelar suscripción. Lo peor es que a veces hasta me hace dudar si sin ella podría ser funcional. ¿Me mantengo organizada por mí o porque ella me susurra al oído todo lo que podría salir mal si no lo hago?
Sin embargo, estoy aprendiendo algo: mi ansiedad no me define. No soy menos madre, menos mujer, menos yo por tenerla. Es un amor tóxico, sí, pero no invencible. Y aunque no pueda despedirla por completo, al menos puedo aprender a ponerle límites. Como decirle: “Gracias por tu preocupación, pero hoy no te voy a dar protagonismo.”
Ahaha, la crianza respetuosa, ese manual no oficial que asume que todos tenemos la paciencia del Dalai Lama, el presupuesto de Kim Kardashian y una nanny de tiempo completo para cada uno de tus hijos. Aquí andamos, clase media guerrera, intentando descifrar cómo validar emociones mientras haces malabares con un sueldo que nunca alcanza, un tráfico que parece diseñado por tu peor enemigo y las noticias de que la canasta básica ya subio otravez.
Las madres perfectas que vemos en Instagram
Ah, claro, las madres de Instagram, ese grupo selecto de mujeres que parecen haber firmado un pacto con los dioses de la perfección. Siempre perfectamente peinadas, con hijos que no lloran ni se ensucian, y con desayunos que parecen salidos de un concurso de arte culinario: “Hoy, pancakes en forma de unicornios con chispas de arcoíris orgánicas”. Por supuesto.
Mientras tanto, tú en la vida real, tratando de no gritar y decir groserías y buscando desesperadamente los zapatos y la credencial de la cria. Pero no pasa nada, porque según Instagram, todo se arregla con un filtro y una buena descripción motivacional: “Ser mamá no es fácil, pero mírenme a mí, soy básicamente Beyoncé con una escoba”. 🙃
Y ahí estoy yo, respirando profundo, repitiéndome el mantra de la crianza respetuosa: “Es solo un niño. Tiene emociones grandes en un cuerpo pequeño. Sé el adulto. Sé la madre buena.” Pero en mi cabeza, el adulto está gritando cosas como: “¡chingada madre!”
La bendita culpa
Claro, también está la culpa. Porque después de haber leído todo sobre validación emocional, ¿cómo vas a ser la mamá que grita? ¿Cómo le vas a destruir la autoestima a esa criatura que, cuando no está desafiando tu cordura, es básicamente un angelito? Así que haces tu mejor esfuerzo: te agachas a su nivel, validas sus sentimientos (y los tuyos, porque también tienes derecho a sentir que te estás desmoronando por dentro) y respiras otra vez.
Al final, funciona. Encontramos los zapatos. Llegamos tarde, pero llegamos. Y esa noche, cuando lo ves dormido con esa cara hermosa, te convences de que la crianza no esta mal. Aunque en el fondo, sabes que mañana volverás a desquisiarte, gritar y que al salir de la casa los vecinos te vean como la peor de las madres.
Así que, mamás paranoicas del mundo, les digo esto: estamos haciendo lo mejor que podemos. A veces gritamos, pero también abrazamos, besamos y pedimos perdón. Y eso, creo yo, también es crianza respetuosa.
¿Tú cómo lidias con esos días en los que solo quieres llorar? Cuéntamelo en los comentarios, que necesitamos terapia grupal. 👇
Bien, ¿por dónde empezar? Padres o futuros padres, si pensaban que ser madre era solo pañales, mundo rosita y caritas lindas, permítanme arruinarles el sueño. Hoy voy a hablar de algo que probablemente no se menciona en los anuncios de artículos para bebes o en los blogs de “cómo ser la mamá perfecta”. Voy a hablar de la depresión postparto, esa presencia incómoda que aparece sin invitación, te roba el brillo de ojos y tu salud mental y te deja preguntándote si de verdad eres capaz de manejar todo el caos de la vida con un bebé.
La primera vez que escuché sobre la depresión postparto, fue cuando la tuve, ni siquiera creí que eso existía. Yo quería ser una supermamá. Y la realidad fue ¡No era feliz!” Y, claro, después descubrí que ¡sorpresa! La vida no es tan padre con las mamás que se creen superhéroes.
Entonces, aquí estoy, lista para contarles cómo me enfrenté a mi versión de la depresión postparto, ese fabuloso estado mental en el que te preguntas si alguna vez volverás a ser una persona funcional, o si el único propósito en la vida es aguantar y no llorar por cosas que no tienen sentido. (Porque, la realidad, habemos personas que lloramos por cosas que no tienen sentido, pero eso no lo sabías hasta que te pasó).
¡No Estaba “Triste”! Estaba “Cansada… y Asustada”
Lo primero que aprendí es que la depresión postparto no es solo estar triste. No, no, papis. No es como cuando te sientes triste por terminar una relación o una persona muy cercana falleció. No. La depresión postparto es estar tan agotada, tan desbordada, que no sabes si te duele el corazón o si te va a estallar la cabeza. Y sí, todas esas historias cursis sobre la maternidad que nos dicen que debemos ser “madres felices” y “disfrutar cada momento”… bueno, esas son puras mentiras. Es como una especie de conspiración contra las mamás que no tienen la energía para sonreír mientras le das un biberón a tu bebito a las 3 a. m.
La primera vez que me di cuenta de que algo no estaba bien fue cuando no podía dormir durante días porque tuve miedo que mi bebe se ahogara o ya no despertara. ¿Días? Sí, y en vez de disfrutar de esas “maravillosas primeras noches” con mi nena, estaba allí, en mi cama, Ansiosa como si el mundo se fuera a acabar. Solo quería tirarme por el retrete y que todo acabara. Y cada día empeoraba mi sentir, pensaba: “¿Qué rayos está pasando conmigo? ¿No debería ser feliz? Tengo un bebé perfecto… ¿Por qué no soy feliz?”
Pues resulta que no era solo el cansancio. No. Era la depresión postparto, esa bonita condición que te hace sentir que, en lugar de estar celebrando la vida, lo que realmente estás haciendo es preguntarte si eres una persona horrible por no disfrutar de tu bebé como las madres de los anuncios. Spoiler: No eres horrible, pero te lo haces creer todo el tiempo.
La Carga de la Culpa: “¿Por Qué No Soy Feliz?”
Voy a hablar de algo que la gente no menciona mucho: la culpa. ¡Ay, la culpa! Te dicen que ser madre es lo mejor del mundo, pero nadie te dice que la maternidad viene con una dosis de culpa. Así que, imagínate el panorama: no solo tienes que lidiar con la idea de que no estás siendo la madre ideal (porque claro, esa madre ideal no existe), sino que además tu bebe tiene reflujo y cada que lo acuestas vomita y tú crees que es porque tu leche no sirve! (pero bueno eso lo cuento en otra historia) te sientes culpable por no sentirte como las madres perfectas que ves en Instagram, mientras sostienes a tu bebé que no para de llorar por hambre o por tener cólicas. ¡Ah, y por supuesto, no olvidemos el postparto! ¡Eso sí que es una maravilla! Es como si tu cuerpo estuviera gritando: “¡Gracias por destruirme! Y ahora tienes que mantener la calma como si no pasara nada”
Y en medio de todo esto, pensaba: “¿Cómo puede ser que esta vida perfecta que me vendieron no se sienta tan perfecta?” (Ah, pero claro, no te cuentan todo el drama interno que viene con ese “momento perfecto”).
“El Toque Divertido: ¿Quién Está Realmente Bien en Su Maternidad?”
La cruda realidad. Honestamente, yo me sentía como la única mujer en el mundo que estaba pasando por esto Y luego, en una conversación con una doctora me dijo “tienes depresión postparto”Ay, por favor, yo también pasé por eso. Y no le dije a nadie hasta que ya estaba más o menos bien, porque ¿quién va a admitir que no disfruta ser madre las 24 horas del día?”
¡Vaya, las malditas apariencias! ¿Por qué nadie nos cuenta la verdad? ¿Por qué todo tiene que ser tan bonito cuando, en realidad, nadie está bien todo el tiempo? Sí, la maternidad es preciosa, pero también es un desmadre emocional que te tira al piso sin previo aviso. Y lo que más me sorprendió fue darme cuenta de que, ¡espera!, no soy la única madre llorona, que no duerme y no tiene ni la más remota idea de qué es ser madre.
La Recuperación: O lo que Me Dicen que Es “Recuperarse”
Entonces, ¿cómo salí de todo esto? Pues, sinceramente, no fue un proceso tan mágico como lo pintan en las películas. No me levanté una mañana y dije: “¡Wow, ya soy feliz de nuevo!” No, no, no. Fue un montón de pasos pequeños, y algunos de ellos fueron superincómodos. Empecé por admitir que no estaba bien. Y después de eso, pedí ayuda. Porque, sorpresa, no tienes que hacer todo sola (y, si eres como yo, tienes que aprender a pedir ayuda, porque la perfección no existe, y está bien).
También, encontré momentos para respirar. Aunque no eran largos, eran momentos. Un café a solas. Un baño sin que alguien toque la puerta. Esos pequeños momentos en los que te dices: “Ok, aún soy humana y merezco respirar”. Y, por supuesto, hablé con mi terapeuta, quien me dijo cosas como “es completamente normal sentir lo que sientes” (lo cual es mucho más útil de lo que parece, porque cuando estás en el hoyo, cualquier cosa que te diga que no estás loca es un alivio).
En resumen
Una situación que no pedí, pero que, al final, me enseñó mucho sobre la vida, la maternidad y, sobre todo, que no tengo que ser perfecta para ser suficiente.
Hubo una frase en especial que me hizo estremecer… Decía algo así: “Quieres ayudarla , pero le estás haciendo daño” refiriéndose al personaje Riley.
Me estresé con Ansiedad uno de los nuevos personajes y en algún momento le estaba dandole la razón, ya que la realidad es que todo lo que estaba haciendo es tratar de ayudarla.
Me identifiqué demasiado y aunque se trata de una niña en pubertad que está viviendo cambios en su personalidad y manejo de emociones, muchas personas adultas lo vivimos a diario y no solo es una etapa… La vergüenza, la desesperación, la envidia y la ansiedad son reales y algunas personas no podemos controlarlos siempre.
La frase de “No soy suficiente” la he tenido muchas veces en la cabeza y la película me hizo recordarlo. Me parece una película muy emotiva que retrata las emociones humanas y muestra que todas estas son normales y en algún momento las hemos sentido.
Como conclusión: Debemos aprender a vivir con ellas siempre y cuando no se convierta en algún trastorno como la ansiedad generalizada y nos afecte en nuestra vida.
Espero que sigan haciendo muchas continuaciones de la película intensamente.
Recuerdo cuando nacío mi beba, no dejaba de llorar y le pregunte al doctor que si todo estaba bien con ella, la revisaron y me la dieron un momento y cuando le hable ella dejó de llorar, fue un momento muy bello y en un par de días nos fuimos a casa. Por fin estábamos lejos del hospital y empece a sentirme intranquila y ya no sabía como dormirla y cuidarla, ya que algunas personas me decían que la acostara de lado y otras que boca arriba también me comentaron que la envolviera con la cobija apretando sus manos para que no se rasguñara al moverlas. Esta situación comenzó a desencadenar pensamientos paranoicos al no saber como protegerla.
La respiración
Por si no lo sabías los bebes recién nacidos respiran más rápido que un niño mayor o un adulto, ya que su frecuencia respiratoria es de 40 respiraciones por minuto y cuando está dormido puede disminuir hasta 20 por minuto. Pero si tiene dudas sobre la respiración de tu bebe te recomiendo le preguntes a su pediatra y así puedas salir de dudas.
Si tienes dudas respecto al tema te dejo estas recomendaciones
Posición boca arriba (supino) para dormir: La posición más segura para acostar a un bebé es boca arriba (supino). Esta posición reduce el riesgo de síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL) y permite que el bebé respire fácilmente.
Colchón firme y superficie plana: Asegúrate de que la superficie donde duerme el bebé sea firme y plana. Evita el uso de almohadas, cojines sueltos, mantas gruesas o juguetes blandos en la cuna, ya que pueden representar un riesgo de asfixia. En caso de que tu bebe tenga reflujo se recomienda usar el colchón un poco inclinado o usar cojines antireflujo.
Sábana ajustada: Usa una sábana ajustada que se ajuste bien al colchón de la cuna para evitar que se suelte y represente un riesgo para el bebé.
Evitar el sobrecalentamiento: Viste al bebé con ropa adecuada para la temperatura ambiente y evita el sobrecalentamiento. Los bebés no necesitan demasiadas capas de ropa para dormir.
Dormir en la misma habitación, pero no en la misma cama La Academia Americana de Pediatría recomienda que los bebés duerman en su propia cuna o moisés cerca de la cama de los padres, pero no en la misma cama. Compartir la cama con un bebé aumenta el riesgo de SMSL y otros peligros de seguridad.
Cuida la posición: También es importante darle tiempo boca abajo mientras está despierto y bajo supervisión para ayudar al desarrollo muscular y prevenir la plagiocefalia (aplanamiento de la cabeza).
Haz una rutina de sueño: Establece una rutina de sueño consistente para tu bebé, lo que puede incluir un ritual relajante antes de acostarse, como un baño tibio, un masaje suave o leer un libro.
Estas recomendaciones te ayudarán bastante para crear un espacio seguro para tu bebe y sentirte un poco más tranquila. Claro que si tiene dudas al respecto de como dormir a tu bebe no dudes en consultar al pediatra.
Young worried mother comforting her crying baby at home.
Para mí ser una mamá paranoica ha sido agotador y la carga emocional es muy grande. El preocuparme tanto y el miedo excesivo me han hecho sentir culpable. Lo cual en un principio no me dejo disfrutar mi maternidad.
Te comparto algunos consejos para afrontar las emociones y pensamientos negativos y así encontrar un poco de equilibrio.
Reconociendo la mamá paranoica que llevamos dentro
Te comparto algunos consejos para afrontar las emociones y pensamientos negativos y así encontrar un poco de equilibrio.
Reconociendo la mamá paranoica que llevamos dentro
El término Mamá paranoica lo defino como “Una madre con mucho temor de que a sus hijos les pase algo malo” Imagina que te sientes ansiosa en situaciones normales y creas escenarios catastróficos en situaciones cotidianas, ¿te ha pasado?, a mí sí.
Desde despertarme en la noche para ver si mi peque sigue respirando, hasta desconfiar de las intensiones que tienen las personas hacia mis hijos. Y la lista crece y crece y no terminaría, como una ocasión que fui al súper y tenía a mi hija en la carriola amarrada, pero no podía dejar de voltear a verla y mejor me la amarre con un fular. Tal vez esto resulte muy familiar y se pueda decir que es normal en las madres primerizas, pero yo no dormía y todo el día tenía esa sensación de que algo malo iba a pasar incluso estando en mi casa.
Entendiendo porque tenemos culpa
Si bien el sentir ansiedad en cada momento no fue suficiente, comencé a sentirme culpable de no ser una madre perfecta y no amar mi maternidad, mi embarazo no fue nada bello ni fácil, siempre estaba achacosa, con infección urinaria, con anemia, contracciones y riesgo de aborto. Lo que comencé a entender es que vamos aprendiendo en el camino y siempre vamos a necesitar apoyo, porque la realidad es que no podemos solas.
Desconozco el origen de mis miedos, pero seguro mi infancia y adolescencia tuvieron que ver para entender La terapia me ha ayudado a entender este punto.
¡Nunca me preocupe por las imágenes de niños desaparecidos porque decían que no era verdad, pero cuando tuve hijos todo cambio, cada imagen en las redes sociales era como una punzada en mi corazón, en verdad no se lo deseo a nadie!
Estrategias para afrontar la culpa
Promueve actividades relajantes y no me refiero solamente a darte un baño caliente, necesitas tiempos de descanso para recargar energías. Yo hasta la fecha procuro tomar siestas, si entre semana no puedo agarro un espacio los fines de semana no me importa que me digan floja, yo entendí que necesito descansar porque mis pensamientos me cansan demasiado.
Si tienes la fortuna de ir con un ginecólogo y sientes o tienes alguno de los pensamientos de los que hemos estado hablando, díselo, si él no te escucha díselo a la enfermera que le pone la vacuna a tu bebe, al pediatra o a tu amiga, algunos dirán que estás mal, pero aunque sea uno te va a escuchar y te entenderá y no sabes lo bien que se siente, ahora si no encuentras a nadie escríbelo, busca en internet hay muchas mujeres por ahí que se sienten igual que tú.
No estás sola en esto.
Venciendo el Miedo irracional
Identifica y cuestiona pensamientos negativos: Utiliza técnicas de pensamiento positivo y reemplaza pensamientos catastróficos por realistas.
Desarrolla habilidades de afrontamiento: Aprende técnicas de relajación, como la meditación o la respiración profunda, para reducir la ansiedad. Puedes hacer yoga e en tu casa y desde tu celular.
Aceptación
Como madre paranoica debemos entender y aceptar que no podemos controlar todo y que está bien cometer errores en la crianza.
Somos madres imperfectas y es parte de este viaje en la maternidad y una vez que lo aceptemos será mejor.
Pero bien, el ser madre para mí ha sido frustrante, difícil, pero muy bello, al terminar el día y después de no haber sentido que di el ancho sus caritas diciéndome mama te amo, te toca dormir conmigo o simplemente un abrazo apretado con sus manitas, me hacen sentir que algo bueno debo haber hecho en la vida. Todas nos estamos volviendo locas, pero unas con menos ansiedad que otras.